Peter Lynch
Habiendo perdido a su padre cuando era pequeño, Peter Lynch tuvo que trabajar duro desde niño, pues haría todo lo posible para ayudar a su madre.
Trabajando en un club de Golf con 11 años, dejó muy buena impresión a George Sullivan, por aquel entonces vicepresidente ejecutivo de Fidelity Investments, una gran empresa de gestión de fondos.
Gracias a su recomendación, Lynch sería aceptado en la Universidad de Boston.
Allí descubrió que el secreto para ganar dinero con acciones no era estudiar economía, ni matemáticas, sino… filosofía, sobretodo, lógica.
Para Peter Lynch, las finanzas, se basan en las personas.
Peter Lynch
En aquellos años, veía que la industria de los aviones iba a explotar, e invirtió todos sus ahorros en Flying Tigers, una pequeña empresa en crecimiento.
Tras 3 años, el precio de la acción no se había movido, pero si algo aprendió Peter Lynch en el club de Golf, es que ganar requiere paciencia.
Más adelante, la guerra de Vietman mandaría el precio de sus acciones al cielo.
Con su segunda inversión, no tendría tanta suerte, pues especuló con una apuesta sobre una refinería de azúcar, la cual pensaba que haría mucho dinero con unas nuevas técnicas que tenían.
Sin embargo, no investigó suficiente, y la empresa, Maine Sugar, no consiguió los clientes que esperaba, declarándose en bancarrota.
Después de aquello, Peter Lynch decidió no volver a realizar una inversión con un exhaustivo análisis de la empresa, los competidores, la situación…
Que te guste un producto o una tienda no es una razón suficiente para invertir en sus acciones. Nunca inviertas en una empresa sin entender sus finanzas. Las mayores pérdidas en bolsa provienen de las compañías con pobre balances.
En 1969, gracias a sus contactos con George Sullivan, consiguió un trabajo con analista en Fidelity, por aquel entonces la mayor empresa de gestión de inversiones del mundo.
Entre los 40 y los 60, el mundo de los fondos mutuos explotó, siendo su principal prioridad captar dinero en vez de centrar sus energías en conseguir buenos retornos.
Sin embargo, en Fidelity, Gerry Tsai, estaba batiendo a todo el mundo gracias al entonces nuevo método de inversión, el análisis técnico. Desgraciadamente, más tarde, el presidente de Fidelity designó a su hijo como jefe, en vez de a Tsai, lo que le hizo abandonar la empresa.
Esta marcha, junto a un escándalo por cometer fraude al manipular el mercado, llevó a Fidelity a una gran crisis, perdiendo un tercio de su dinero en un año.
Por suerte, llegaron a la conclusión de que la solución ya estaba delante de ellos, un joven analista cuyas recomendaciones de inversiones eran Baggers (empresa que se multiplica por varias veces), y estaban batiendo al mercado consistentemente.
Este joven era… Peter Lynch.
En los 70, con recesiones y una inflación por las nubes, los fondos mutuos se alejaban de las acciones, pero para Lynch sólo significaba una cosa, Baggers para su Fidelity Magellan.
Los inversores han perdido mucho más dinero al prepararse para las correcciones, o al tratar de anticipar las correcciones, que el que se ha perdido en las propias correcciones.
Su primera gran Bagger, sería una compañía que todos conocemos, Taco Bell.
Fui a de viaje a California y quedé impresionado con sus burritos, además, no tenían deuda, nunca habían cerrado un restaurante… en 1978 era la mayor posición de Fidelity, empezamos a comprar a $7 la acción.
Una gran inversión , ya que Pepsico la adquirió por $50 la acción un año después.
Esta no sería su única gran apuesta, ya que manejó el Magellan Fund desde 1977 hasta 1990 con un 29,2% de rentabilidad, pasando de gestionar $20 millones a la friolera cantidad de $17.000 millones.
Se retiró muy joven, con 48 años de edad, decidiendo que no habría dinero en el mundo que compraría el tiempo que quería compartir con sus 3 hijas y su mujer.
Peter Lynch se convirtió en un auténtico mito en Wall Street, además, compartió sus enseñanzas a través de muchos artículos y libros, los cuales son los más leídos y recomendados por los mejores profesionales del mundo.
Compartió muchas herramientas y pautas para los pequeños inversores, defendió que éstos podrían tener hasta mejores resultados que los profesionales si hacían el trabajo correcto.
El destino de un inversor lo marca su estómago, no su cerebro.
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